domingo, 7 de febrero de 2010

Córdoba y Sabina, un amor que no naufraga


Show: Joaquín Sabina. 
Lugar: Estadio Chateau Carreras 
Fecha: Viernes 5 de febrero del 2010. 
Ciudad: Córdoba. 
Por: Martín Kardaz. 
Foto: Fabricio Álvarez.

Joaquín Sabina se presentó en la docta con la excusa de mostrar las canciones de su último disco. Ante unas ocho mil personas y pasadas las 21.30 hs. comenzó el show del oriundo de Úbeda.
“Tiramisú de limón”, tema que abre su último disco “Vinagre y Rosas”, fue la canción elegida para romper el silencio, que hasta ese momento sólo había sido perturbado por la ovación que desató el público al ver el ingreso del músico al estadio. “Buenas noches Córdoba”, saludó Sabina, por primera vez.
“Viudita de Clicqout”, también de su última obra, fue el segundo tema de una noche que mostró al músico de muy buen humor, dispuesto a seguir enamorando a un afición que por momentos parecía hipnotizado ante cada frase que se desprendía de esa persona de voz quebrada y excesos atenuados. 
Un frac negro y un sombrero, que no se quitaría en toda la noche, fue la vestimenta que Joaquín eligió para la cálida noche cordobesa. Con un tono bajo expresó: “Es un honor y un gustazo, y un calorcito en el corazón estar acá. En mi otra Córdoba, cuando llegué a tocar allá, eso era New York para mí, y quién me diría que iba a estar acá”.
La poesía que inunda cada canción se extendió para introducir a otras y así llegó “Cristales de Bohemia”, en una versión desgarradora. Esta fue precedida por otras gemas de discos anteriores que son una cita obligada en cada presentación, sonaron “Medias Negras”, “Aves de paso” y “Peor para el sol”.
La última parte del show mezcló canciones de diversos discos, y regaló en “Una canción para la Magdalena” uno de los puntos mas altos de la noche, junto a el clásico “19 días y 500 noches”. El desamor, al que Sabina le dedicó su vida en cada canción, esta vez fue ajeno, y llegó de la mano del poeta Benjamin Prado, cuya inspiración dio luz a varias obras de Vinagre y Rosas. “Yo le canto al desamor, que es lo que nos pasa a todos”, disparó el cantante.
Un piano sonó de fondo, y “Contigo”, fue el motivo para que el Chateau cayera definitivamente a los pies de éste trovador. El final fue muy rockero, sonaron “La del pirata cojo” y “Pastillas para no soñar”.
Sabina pasó una vez más por Córdoba, donde fue declarado ciudadano ilustre. Lejos de algunos vicios, y cada vez mas cerca de su gente, que atraviesa diferentes generaciones y se renueva año tras año, el español demostró que aunque algunos lo hayan dado por muerto el sigue “vivito y coleando” y que pisar un escenario va a ser siempre “un sacramento”.

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